Fotos: Nicola Rocco
Rebeca Alemán como Sor Juana Inés de la Cruz y Andreína Blanco como María Luisa, Marquesa de La Laguna
En el Teatro Trasnocho se presentó la agrupación Water People Theater Company con La peor de todas, de Iraida Tapias, dirigida por Juan José Martín. La pieza trata de varios momentos de la vida de Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa mexicana que vivió a finales del siglo XVII, considerada como una mujer adelantada para su época. Este extracto de la vida de un personaje real toma como conflicto la creciente incomodidad que ella producía a la Iglesia Católica por la manera en que interpretaba la Biblia, en que opinaba sobre los sermones de otros y en que escribía sus creaciones en diversos géneros literarios. De ahí que se critique la amistad entre ella y la Virreina María Luisa, relación que pasa de la solidaridad y admiración al amor sugerido entre dos seres del mismo sexo, y se muestre la forma en que el Padre Núñez de Miranda, su confesor, debe lidiar con ella. Con un adecuado manejo de la dramaturgia, la premisa de que viejos paradigmas se imponen por encima de cualquiera que intente romper con ellos se transmite claramente.
La puesta en escena aprovecha la escenografía diseñada por el mismo director en la que Sor Juana se encuentra encerrada en una especie de claustro, construido de madera, por el que se asoma al mundo y desde donde escribe lo que resulta molesto a la Iglesia. En este lugar solo interactúan la protagonista y la Virreina, mientras que fuera encontramos a su confesor y al Arzobispo de México. Estos últimos se desplazan alrededor y hasta emplean la parte superior de la gran caja de madera como símbolo del poder que pretende denigrar a una mujer que libera su alma a través de la escritura. El empleo de elementos anacrónicos brinda un aire de contemporaneidad a la estética, como una caja de cartón para recoger las creaciones de Sor Juana o micrófonos que permiten dar un tono apacible a la actuación. Asimismo, el diseño lumínico crea las atmósferas que resalta cada escena, en especial durante el efecto de lluvia final que acentúa la emoción de la protagonista.
El diseño de vestuario de Raquel Ríos delinea con certeza a cada personaje, apoyado en el anacronismo de la puesta. Por ejemplo, viste a la Virreina con pantalones y blusas con cierto estilo antiguo, salvo el imponente traje de época que simboliza su estancia en España. Por otro lado, los dos religiosos llevan trajes con varios elementos que destacan su labor y estatus, como las estampas de santos para el Padre y un incensario para el Arzobispo. Solo la protagonista lleva el hábito que la caracteriza y, debajo de él, la bata que emplea en la escena culminante.
Giovanni Reali como Monseñor Aguiar y Seijas, Arzobispo de México
El trabajo actoral se percibe equilibrado. Rebeca Alemán como Sor Juana demuestra una fuerza contenida en lo vocal y corporal, por la represión que interna y externamente se le impone, y que libera al final, logrando una ajustada composición del personaje. Andreína Blanco como la Virreina y Gerardo Soto como el Padre Nuñez crean con veracidad sus personajes apoyados en las intenciones. Giovanni Reali ofrece una encomiable interpretación en la que la sutilidad de los matices vocales y de los gestos refleja el poder que posee como el Arzobispo de México.
En definitiva, una propuesta que acopla todos los elementos para exhibir, hasta ahora, el mejor trabajo de este grupo.
La puesta en escena aprovecha la escenografía diseñada por el mismo director en la que Sor Juana se encuentra encerrada en una especie de claustro, construido de madera, por el que se asoma al mundo y desde donde escribe lo que resulta molesto a la Iglesia. En este lugar solo interactúan la protagonista y la Virreina, mientras que fuera encontramos a su confesor y al Arzobispo de México. Estos últimos se desplazan alrededor y hasta emplean la parte superior de la gran caja de madera como símbolo del poder que pretende denigrar a una mujer que libera su alma a través de la escritura. El empleo de elementos anacrónicos brinda un aire de contemporaneidad a la estética, como una caja de cartón para recoger las creaciones de Sor Juana o micrófonos que permiten dar un tono apacible a la actuación. Asimismo, el diseño lumínico crea las atmósferas que resalta cada escena, en especial durante el efecto de lluvia final que acentúa la emoción de la protagonista.
El diseño de vestuario de Raquel Ríos delinea con certeza a cada personaje, apoyado en el anacronismo de la puesta. Por ejemplo, viste a la Virreina con pantalones y blusas con cierto estilo antiguo, salvo el imponente traje de época que simboliza su estancia en España. Por otro lado, los dos religiosos llevan trajes con varios elementos que destacan su labor y estatus, como las estampas de santos para el Padre y un incensario para el Arzobispo. Solo la protagonista lleva el hábito que la caracteriza y, debajo de él, la bata que emplea en la escena culminante.
Giovanni Reali como Monseñor Aguiar y Seijas, Arzobispo de México
El trabajo actoral se percibe equilibrado. Rebeca Alemán como Sor Juana demuestra una fuerza contenida en lo vocal y corporal, por la represión que interna y externamente se le impone, y que libera al final, logrando una ajustada composición del personaje. Andreína Blanco como la Virreina y Gerardo Soto como el Padre Nuñez crean con veracidad sus personajes apoyados en las intenciones. Giovanni Reali ofrece una encomiable interpretación en la que la sutilidad de los matices vocales y de los gestos refleja el poder que posee como el Arzobispo de México.
En definitiva, una propuesta que acopla todos los elementos para exhibir, hasta ahora, el mejor trabajo de este grupo.
Rebeca Alemán como Sor Juana Inés de la Cruz
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